La inflación de 6% y la promesa de la estabilidad del precio de la gasolina.

Cuando un político realiza una promesa de mantener los precios de las gasolinas es muy arriesgado, ya que asume que se puede tener control de los factores que rodean al mismo, opina Jordy Juvera.

 

 

Desde inicios del año se percibía que la inflación sería un tema relevante no sólo en México sino a nivel mundial. En un artículo previo comenté que el pico inflacionario se alcanzaría en abril, pero la magnitud de este pico ha superado las expectativas que el mercado contemplaba y probablemente alcance 6%, un nivel no visto desde 2017.

Es importante entender que el principal determinante de la mayor inflación en 2021 se asocia con el repunte de los precios de los energéticos: por un lado, las gasolinas y, por el otro, el gas.

Por el lado del gas, adicional al repunte de la demanda, se presentó la mala fortuna de una tormenta invernal sin precedentes que afectó el suministro de gas en el sur de Estados Unidos e impactó indirectamente a México. El resultado es que los precios están prácticamente 40% por encima del año anterior.

Otra manera de ver este impacto es que el valor de las ventas internas de Pemex de gas natural tan sólo en febrero representó el 66% de sus ventas de todo 2020. Esta dinámica sólo puso de nuevo en evidencia la gran dependencia de México con respecto a las importaciones de gas provenientes de Estados Unidos y la falta de diversificación, que es un problema ya de muchos años.

Con respecto al precio de las gasolinas, usualmente se piensa que el gobierno lo determina y esto lamentablemente es por la falta de educación financiera, pero también por la mala comunicación, muchas veces propagandista, por parte de algunos gobernantes.

Por ejemplo, prometer que el precio de las gasolinas se mantendrá estable es un sinsentido económico y se explica por lo siguiente: al ser la gasolina producida a través de la destilación del petróleo refinado, su precio final se mueve con base en la dirección del precio de petróleo crudo.

La producción de crudo nacional es muy limitada en contraste con la producción de naciones como Estados Unidos, Arabia Saudita y Rusia, por lo tanto, el precio del petróleo que determina México en realidad está determinado por la oferta y la demanda internacional; el país sólo acepta ese precio porque no tiene poder de mercado.

Desde que inició la pandemia el precio del crudo ha estado sujeto a una enorme volatilidad que incluso desplomó los precios a mínimos históricos en el 2T20, y fue cuando se presentaron precios de las gasolinas por debajo de 15 pesos por litro al interior del país; este precio hubiera sido aún menor si el gobierno no cobrara un oneroso impuesto de más de 5 pesos por litro a las gasolinas, lo que eleva los precios de gran parte de las mercancías de manera indirecta.

En contraste, con la reapertura de las economías y la mayor demanda de combustible, así como la decisión de los países miembros de la OPEP de restringir la producción desde el año pasado, el precio del petróleo ha repuntado fuertemente y así lo ha seguido el precio de las gasolinas.

Cuando un político realiza una promesa de mantener los precios de las gasolinas es muy arriesgado, ya que asume que se puede tener control de los factores que rodean al mismo, lo cual denota falta de fundamentos económicos y el desconocimiento del público al que se le presenta dicha promesa. El gobierno no es responsable de que las gasolinas hayan caído por debajo de los 15 pesos el año pasado, ni tampoco porque estén por encima de 20 este año, pero sí es responsable de crear falsas expectativas.

En México se tiene una larga historia con este tipo de promesas, quizá la más emblemática es cuando el presidente López Portillo prometió “proteger el peso como un perro” en 1981 y al año siguiente llegó una crisis económica con una profunda devaluación.

La apuesta de tratar de mantener el precio de las gasolinas implicará que el gobierno tenga que reducir la recaudación, pero si el precio del crudo supera los 75 dólares por barril (dpb), aunque reduzca prácticamente toda su recaudación nada podría hacer para impedir precios más elevados.

Afortunadamente, el escenario más probable, ante la ausencia de otros choques exógenos, es que los precios del crudo se estabilicen alrededor de los 60 dpb y el efecto de la elevada base de comparación del segundo trimestre deberá disiparse para el segundo semestre, entonces la inflación se reduciría de 6% a cerca de 4% para finales de 2021.

Nota del editor: Jordy Juvera es Licenciado en Economía por el ITAM. Actualmente es Subdirector de Análisis Económico en HR Ratings y cuenta con experiencia en el sector público, así como en investigación económica y en el mercado de capitales. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente coinciden con las de HR Ratings.

 

 

 

 

Fuente: Expansión https://expansion.mx/opinion/2021/04/29/inflacion-estabilidad-precio-gasolina

 

 

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